lunes, 22 de diciembre de 2008

Para tí, Claudia: Sólo Palabras

Me han faltado muchas cosas que decirle a Claudia, y eso que en poco tiempo, compartimos muchísimas palabras y un sueño común.

Al principio el sueño fue lo que nos unió. A mi, que seguía su blog desde el anonimato y la seguridad que da la red, admirando su trabajo y tratando de adivinar por sus posts cómo sería. Y a ella, que era ajena a todas las dudas y esperanzas que provocaba en mí. Su corazón de piruleta roto me habló de una enfermedad, pero también- como confirmé con el tiempo- de su dulzura.

Después le escribí. Y le gustaron mis palabras y mis cuentos revoltosos. Y nos conocimos y en muy poco tiempo compartíamos pedazos de nuestra existencia secreta, ésa que sólo se comparte con gente especial, con la que sientes que tus sueños y tu forma de ser más verdadera están a salvo. Nos recuerdo en su casa charlando hasta altas horas de la noche, con una luz tenue, como en un refugio. Fue muy fácil quererla. Y yo me sentía feliz: no sólo había encontrado una ilustradora increible para mi cuento, sino una amiga que había aparecido como un pequeño tesoro inesperado.
Hablábamos por teléfono a menudo tras su mudanza a casa de su madre, y le prometí que la iría a visitar en cuanto pudiera. No pude imaginar que la Navidad no llegaría para ella, ni que la última vez que la vería fuera en Minimadelia. No pude imaginar que iba a dejar de disfrutar de su amistad tan pronto.

Ahora sólo me quedan sus ilustraciones y un anillo. Me prometió una pulsera y un cuadro y tampoco hubo tiempo para eso. Y sí, hubo muchos momentos, pero se me antojan muy pocos para lo que pudo ser.
Este último momento te lo dedico a tí, Clau, ya que no pude despedirme, y quiero hacerte un regalo:

Siempre he confiado en el poder de las palabras. Una palabra puede mover, puede curar, puede hacerte sonreir, puede inspirar y elevarnos por encima de nosotros mismos. Pero últimamente notaba que mis palabras no eran capaces de infundirte Esperanza, de animarte ni de darte consuelo. Ahora, Claudia, éste es mi regalo para tí: sólo palabras. Espero que te lleguen de un modo u otro y que te hagan sonreir y sentirte orgullosa. Quedarán como testimonio de la magnífica y dulcísima persona que eras y de lo mucho que te voy a echar de menos. Gracias por todo, y por ser mi amiga especialmente.

Ella susurró "azul", y de pronto los mares se llenaron de un agua de color zafiro, el acero que había encadenado al cielo se rindió a un turquesa infinito y se dibujaron venas bulliciosas de espuma por todos los rincones del planeta.
El verde cayó de su pincel y el mundo se vistió de bosques, de selvas exuberantes de tonos esmeraldas y de hierba mullida sobre la que pasar una tarde al sol.
Una risa dulce y fatigada llenó la habitación de esperanza. Y pronunció "luz" y a todas las velas del mundo les surgió una llama incandescente, imposible de apagar aunque soplasen todos los vientos conocidos. Se hincharon las fogatas con orgullo y el sol brilló con fuerza. Y todos los ojos que miraban se iluminaron con una nueva visión.
El rojo se impuso con pasión. Era un rojo cálido que lo recubría todo como una manta de cariño, mullida, espesa y bordada en cientos de tonalidades diferentes. Un beso aquí. Un corazón de piruleta allá. Una pequeña gota de sangre nueva. Mil flores alegres, mil proyectos, mil gominolas.
"Buenos días" le dijo a una mimosa mata de pelo. Y los pinceles empezaron a vibrar de alegría. "Una vez más" pidieron. "Una vez más". Y ella se levantó, subió un poco el oxígeno y se dispuso a trabajar.

En un minúsculo piso de Madrid, con un gato ronroneando a sus pies, un corazón grande y frágil derramó un océano de colores sobre una hoja en blanco, con unas manos tan ágiles y tan mágicas que sus sueños traspasaron la frontera del horizonte nocturno y se derramaron sobre el mundo, iluminándolo.