Para Rafa, que es el suelo que me sostiene y que me hace crecer.
He aquí lo que se sabe de los Grandes Árboles, según el conocimiento tal y como llegó a los Eldalië en los Días Antiguos, procedente de los Valar mismos.
De entre todas las melodías compuestas por los Ainur, Yavanna había sido instrumento importante sobre todo en la segunda. Su voz se levantó en apoyo de Manwë, y aunque al principio pareció un susurro frente a la estridencia de Melkor, tenía la capacidad de adaptarse a las variaciones, fueran éstas cuales fueran, y aprovecharlas en beneficio de la armonía, aumentando así el poder y la belleza de la Música. Y en el segundo tema entretejió sus propios pensamientos y los amó, ya que procedían de ella misma, de la parte de Eru que le había sido concedida en custodia, más que cualquiera otra cosa que hubiera imaginado antes. Pero su amor no estaba manchado de orgullo como el de Melkor.
Y he aquí que Eä fue, y Yavanna contempló con admiración la llegada de los Hijos de Ilúvatar. Se había cumplido pues el tiempo, y estaba pronta la hora en la que Eru daría sitio a su deseo dentro de los confines del Mundo, pero ni esta hora ni el lugar del nacimiento de sus propios vástagos había sido revelada. Y mientras esperaba, tuvo noticias de cómo Melkor había arrojado sombras sobre la existencia de los Quendi, corrompiendo sus vidas y tornando en miedo la esperanza. Y la inquietud de su corazón creció, de manera que resolvió vigilar día y noche para que no les sucediera lo mismo a los vástagos de su pensamiento. Larga le pareció su espera y su vigilancia, pero en su ánimo nunca decayó el deseo de librarlos del influjo de la sombra, y a menudo se ausentaba de Valmar en su busca, adentrándose en el crepúsculo que cubría toda la Tierra Media. Y nunca dejó de pensar en ellos y les puso nombres aún antes de haber nacido.
Cuando los años de los Primeros Nacidos eran aún jóvenes en Cuiviénen y aún estaba por llegar la Batalla de los Poderes, a la luz de las estrellas sembradas por Varda, los Ents despertaron. Y se dice que en el momento de su despertar soplaban las brisas de Manwë, y las hojas de los árboles cercanos susurraron a su alrededor y cayeron sobre ellos como una lluvia de oro. Y en vez de exhalar su primer aliento, lo contuvieron asombrados. Y elevaron sus grandes ramas para recibir el viento y la lluvia, tal y como había sido cantado. Y se deleitaron con las aguas de Ulmo, y se maravillaron ante la belleza de un mundo que aún no sabían nombrar. Entonces comenzaron a nombrar a todas las criaturas y hechos del mundo, para atesorar su belleza. Al principio con palabras torpes que siempre les dejaban insatisfechos, pues no eran capaces de captar toda la esencia de aquello que era nombrado. Así que se deleitaban demorándose en las palabras y en la observación, y tanto miraron a las estrellas y escudriñaron con tanto ahínco las aguas de lagos y ríos, que su espíritu es a la vez alto y profundo, y las luces de Varda han quedado prendidas de sus ojos oscuros.
Del lugar donde despertaron los Grandes Árboles poco saben los sabios, pero se cuenta que no pasó mucho tiempo antes de que se encontraran con los Quendi. Y las voces y la belleza de éstos les traspasó el corazón, y pronto aprendieron a hablar su lengua. Y por un tiempo descubrieron juntos los recodos del Mundo al que habían despertado, y hablaban de él largamente, aunque el tiempo que pasaban juntos siempre era escaso para los Ents. Y he aquí que Yavanna Kementári acompañó a Oromë, que había encontrado a los Quendi, cuando volvió a habitar junto a ellos en la Tierra Media tras llevar la buena nueva a Valmar. Y así descubrió que sus propios vástagos habían despertado al fin. Y se regocijó y se presentó ante ellos, y ellos la vieron vestida de una majestad verde que hablaba de todas las cosas que crecían y se desarrollaban en la tierra, y en su pelo brotaban flores blancas como las estrellas que los Ents vieran al nacer, y una nube de aves de innumerables trinos y colores la acompañaron en su bienvenida y se posaron sobre los brazos de los Árboles. Entonces ella les cantó un canto de bienvenida en el que había reflexionado largo tiempo, y a este canto los Ents respondieron floreciendo y elevándose por encima de las nubes. Y supo Yavanna que el amor por ellos superaría con mucho el amor que sentía por el resto de las criaturas de su pensamiento, pues ellos eran la parte más viva de su naturaleza, y la más fuerte. Y sin embargo eran libres y crecían de una forma imprevista a como su pensamiento había imaginado, y en ello gustó la sabiduría de Ilúvatar y le dio gracias.
Así fue que la visión de la belleza y majestad de Yavanna permaneció en el espíritu de los Ents y formó parte inherente de ellos, y Melkor nunca pudo conjurar del todo esa influencia, aunque lo intentó en días posteriores.
Pero el tiempo que los Ents pasaron en su compañía fue breve, ya que Yavanna tuvo que ausentarse para enfrentarse a Melkor en la Batalla de los Poderes, y lo hizo con el corazón ensombrecido. Y antes de partir, les dijo:
- Vosotros sois los retoños más cercanos a mi pensamiento. Y como yo amo todas las olvar, las amáis vosotros, pues estáis hechos de mi misma sustancia y puse ese empeño en el canto que preconcibió vuestra existencia. Y aunque fuera del Mundo os vislumbré diferentes a como sois realmente, sé que ese amor permanece en vosotros. Por eso ahora os digo: id y proteged a todas las cosas con raíz de cualquiera que desee dañarlas. Sed mis Pastores de Árboles y sus Guardianes. Sed reflexivos y pacientes, pero no temáis despertar la fuerza que lleváis adormecida en vuestro interior. Llegarán días oscuros en los que tendréis que agrietar la piedra y hacerla polvo, y habréis de alejaros de vuestros bosques y de los objetos de vuestro amor, y el metal os morderá y el fuego os quemará. Pero por causa de vuestros desvelos y sufrimientos las olvar permanecerán para deleite del mundo y mayor gloria de Ilúvatar. Y aún estáis destinados a hacer grandes cosas que se recordarán en canciones hasta el fin de los días.
Así les habló. Y los Ents la vieron partir con el ánimo afligido, pero acataron su voluntad con prontitud y orgullo, y con el deseo de aumentar su sabiduría para cumplir los deseos de aquella a la que amaban con ternura. Y fue ese deseo, animado sin saberlo por la propia Yavanna, el que finalmente los traicionó.
He aquí que los espías que Melkor había diseminado como ponzoña los descubrieron, aún a una edad temprana, y conociendo de su naturaleza curiosa y habladora, horadaron su corazón en busca de algo susceptible de ser corrompido. Y así algunos Ents fueron seducidos con la promesa de una sabiduría más profunda y una luz más intensa, y se adentraron en regiones desoladas guiados por espíritus perversos que tomaron la forma de aves, que de entre todos los kelvar de Kementári eran a los que más apreciaban. Los infortunados que caían en el engañoso canto se alejaban sin advertirlo de su pueblo y de los designios de Yavanna, y se perdían para siempre. Pero la sombra era astuta, y presintiendo el poder que los Grandes Árboles atesoraban cuando caminaban juntos, los enredó uno a uno y por separado en redes de oscuridad de una malicia ancestral. Y el miedo y la falta de vida en esa oscuridad impenetrable los torturaba de tal manera que, cuando se disipaba, tras un tiempo interminable de desesperación, salían convertidos en una burla de lo que habían sido, terrible y patética a la vez. Y nunca más pudieron volver a caminar a la luz de las estrellas, que hería su piel, ni aún a la del Sol que estaba por venir.
Cuando las puertas de Utumno fueron destruidas y Melkor fue sujeto en las estancias de Mandos, Yavanna regresó y llamó a sus vástagos. Pero al no acudir algunos a su llamada se alarmó y apeló a la vista de Manwë y al oído de Varda para encontrarlos, y aún pidió ayuda al propio Aulë, aunque sus hijos disponían de sus obras en contra de sus deseos. Fue al fin Aulë quien dio con ellos, y al encontrarlos se entristeció sobremanera, pues la visión de en lo que se habían convertido era amarga y supo que traspasaría el corazón de su esposa.
- Kementári, Reina de la Tierra- le dijo- tus hijos han perdido el aspecto que tenían, y la alegría de crecer les ha sido arrebatada, pues ahora ya nada podrá crecer en ellos ni sobre ellos. Y la sabiduría que animaba antaño sus ojos ha sido corrompida por la maldad de Melkor y ahora andan a oscuras por los senderos del Mundo.
Yavanna se lamentó largamente, y parte de su corazón se deshizo y ya no pudo volver a ser recompuesto, al menos hasta que Ilúvatar cambie los designios en el Fin de los Días. Y su amargo llanto oscureció los bosques, y su voz buscó a sus vástagos perdidos llamándolos por sus bellos nombres, en la esperanza de que despertara en ellos el recuerdo de lo que habían sido.
Se dice que Aulë se compadeció de su esposa y prohibió a sus hijos talar ningún árbol durante su llanto. Y en adelante tuvo buen cuidado de que sus vástagos estuvieran a salvo de la maldad de Melkor, y les instó a cavar grutas y pozos aún más profundos.
Durante aquel tiempo, la amargura del llanto de Yavanna agrietó el corazón de los Ents, y aprendieron entonces a odiar y a destruir, aunque no estaba inicialmente en su naturaleza, ya que no había sido concebida en la Música. De nuevo los designios de Melkor habían cambiado la hechura de la Tierra Media tal y como la habían concebido los Valar. Y aunque entre ellos Yavanna era la que más criaturas había perdido, nunca abandonó los trabajos y mantuvo así la esperanza para sus hijos. Y a los que quedaban les ordenó vivir al cuidado de sus hermanos menores, al margen de los acontecimientos del mundo, a no ser que el mundo los reclamara.
Y hubo un momento y un lugar en el que el mundo les reclamó, y no fue la última vez. Y los Ents no defraudaron al mundo, y su voz enfurecida caminó con la extensión del bosque en busca de la destrucción de los enemigos. Y tal como profetizó Yavanna, la gloria de sus hechos y la esperanza que trajeron al Mundo fue recordada en bellas canciones aún después de haber desaparecido de sus confines.
1 comentario:
Tú eres la rama que me cubre y que me eleva para poder alcanzar nuestros anhelos. Sin ti, todos nuestros sueños estarían tan lejos como las estrellas. Sin ti nunca podría haber soñado tocar las estrellas.
TE QUIERO
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