Pasaron las estaciones en las que la música de su murmullo danzaba entre las hojas, y sus pasos tranquilos se perdían en los umbrosos recodos de Fangorn. Sus vidas estaban escritas con tinta verde, y en ellas descansaba el anhelo de custodiar el pasado y el presente, y la promesa del futuro que despuntaba en los brotes amarillos, en el aire perfumado de la primavera.
Pero en aquellos días antiguos su tinta se escarchó de otoño, y llovió el sueño sobre sus ramas extendidas. Entonces se estremecieron y se secaron, adormecidos, sobre un calendario de hojas que arrastraba el tiempo.
Sin embargo, a pesar de la tibieza del sol que acariciaba su corteza, y cuya luz descansaba sobre sus hojas, sumiendoles en un dulce sopor. A pesar de que en su espíritu anida ahora la esencia de los árboles, más que la viveza que un día animó a los Pastores de Yavanna, bajo la sombra de sus ramas nudosas, silenciosos e inmóviles, sus ojos oscuros aún vigilan los bosques.
Y un día, bajo la bóveda verde, el viento sopla del oeste, arrastrando murmullos de corteza en corteza. ¡Los árboles hablan!.
Y con el despertar, se unen el ayer y el hoy en los ojos profundos de aquellos Guardianes de los Olvar que soñaron, como las estrellas unen pasado y presente con hilos de luz. Pues ¿ acaso no lo guarda todo la savia, en estancias ocultas y en anillos de oro? (¿Tres los Reyes Elfos, Siete los Señores Enanos, Nueve los Hombres Mortales?. ¡Mirad los árboles!. ¡Tantos como primaveras y otoños!) .
Han llegado los días de la venganza. No habrá refugio entre las sombras de los bosques del mundo. Un infierno de ramas caerá sobre los enemigos, un fuego verde imparable arrasará a aquellos que quemaron y mutilaron.
¡Escuchad hombres de Rohan!. La Voz que camina tiene la extensión del Bosque, y una noche sin fin cubrirá a los súbditos de Isengard.
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